Todos los padres perderán los estribos en algún momento. ¿Por qué? Porque son seres humanos. Es imposible lidiar con cantidades ilimitadas de estrés, decepción y expectativas insatisfechas. Otro motivo es que los sistemas emocionales del cerebro, que están vinculados con nuestra identidad, nos hacen sentir mal o incompetentes cuando nos parece que nuestros hijos no están haciendo las cosas como querríamos. Para bien o para mal, este tipo de sentimientos pueden conducir a un estallido de ira.
Pero ¿qué hacemos después? ¿Podemos hacer desaparecer esas palabras hirientes? En gran parte, la respuesta es sí.
La disculpa eficaz de un padre involucra la comprensión profunda de los sentimientos de tu hijo, una gran dosis de autocontrol y buenas habilidades sociales. El resultado que tiene en los niños es muy grande. Les confirma su importancia y valor en el mundo. Les permite saber que sus padres se preocupan por ellos lo suficiente como para hablarles en forma seria y luego admitir que cometieron un error. Les permite a los niños aprender el valor de la humildad, que es compañera inseparable de la empatía. Por último, alivia la incertidumbre, la vergüenza y las dudas que puedan sentir los niños por haber provocado esa reacción en sus padres y que, según ellos entienden, fue merecida.
Pedir disculpas no significa que olvidarás lo que haya hecho tu hijo para enojarte. En realidad, significa que aclaras los tantos sobre algo que dijiste que fue hiriente y que estaba relacionado con tu propia frustración. Y esta es la parte del mensaje que quieres que tu hijo entienda; estos son algunos ejemplos.
En cada caso, puedes comenzar diciendo:
“Sé que usé un tono de voz/grité/dije cosas de una forma en la que no debía, te pido disculpas por eso. Estaban pasando muchas cosas y perdí el control. Quisiera aclarar las cosas, porque en realidad quería decir que... ”
“Cuando me dices que estarás en un lugar y después vas a otro, eso está mal. Siento que no confías en mi. Sabes que recuerdo las cosas que me dices y tú puedes recordar decirme donde estás. Eso es lo que espero de ti”.
“Me entristece mucho ver que le pegas a tu hermano. No está bien hacer eso. En muchas ocasiones te llevas bien con él, y lo sé porque los he visto”.
Como puedes ver, la disculpa tiene una estructura: “Me equivoqué al decir lo que dije, fue por culpa del estrés, pero esto es lo que quiero que recuerdes y esta es la fortaleza que sé que tienes para enfrentar situaciones que puedan ocurrir en el futuro...”. También sería bueno que seas especifico sobre las consecuencias como resultado de lo que ocurrió, o qué ocurrirá si el problema se repite.
Recuerda, tu objetivo es más educativo que punitivo, y conseguir que la conducta en cuestión se modifique. Otra forma de enfrentar estos desafíos entre tú y tus hijos es tratar de estar en la misma sintonía, ya que de esta forma es más probable que tengan resultados más positivos. Estas son las cuatro herramientas principales para una crianza emocionalmente inteligente y que te ayudarán a que tus relaciones sean más armoniosas:
Aclarar. Uno o ambos padres tiene que hacer el compromiso de aclarar a sus hijos lo que ocurre. Primero, cada padre debe ser claro. ¿Cuál es el tema en cuestión? ¿Cuáles son los temas emocionales que involucran a cada hijo? ¿Qué pienso en verdad sobre los regalos? ¿Qué pasa con las tareas escolares? ¿Por qué me siento así? ¿Realmente creo en esto o estoy tratando de impresionar a alguien, de demostrar algo? ¿Qué quiero que aprendan mis hijos de esta situación? ¿Estoy mostrando que confío en ellos?
Coordinar. Una vez que los padres son claros, es momento de comparar opiniones y buscar las coincidencias. Cuando hay cosas en común, los niños sienten mayor seguridad psicológica. En este momento es cuando se puede tener mayor llegada a ellos y se pueden desarrollar las cosas.
Elegir. Una vez que se hayan coordinado los temas, entonces se pueden tomas decisiones. “Esto es lo que haremos”. Tú tienes que tomar el control. En ocasiones, estas elecciones pueden informarse a los niños en una conversación, lo cual es especialmente cierto a medida que crecen, pero muchas otras veces solo tienes que decidir y seguir adelante. Esto es un gran favor para tus hijos. La incertidumbre, la falta de claridad y padres que no se comportan como padres pueden generar frustración, asiedad y temor en los niños. Las quejas que puedan tener los niños sobre las decisiones de los padres son pequeñas en comparación con el alivio que sienten al tener las cosas claras y algunos límites. Y esto se comprueba cuando ambos padres están de acuerdo.
Cuidar. Después de las hacer las elecciones, es una buena idea demostrarle a tus hijos que te preocupas por sus sentimientos. La crianza emocionalmente inteligente nos da una herramienta para esto: registrar lo que ocurre. ¿Las cosas están mejor como resultado de las elecciones que se hicieron? ¿Hay suficiente tiempo de trabajo? ¿Se hacen las compras? Organiza los horarios para ver cómo se hacen las cosas. Si es necesario, se puede iniciar el proceso nuevamente, a medida que la nueva situación se aclara, se coordinan nuevas ideas y se toman nuevas decisiones. Demostramos nuestro cuidado y afecto mediante la atención, la preocupación y el seguimiento, de la misma manera que lo hacemos con abrazos, elogios y pequeñas notas de apoyo. Es nuestra forma de decir que, sin importar lo ocupados que estemos con todas las cosas con las que tenemos que lidiar por ser adultos, para nosotros siempre es una prioridad ver cómo les está yendo a nuestros hijos en los temas que son importantes para la familia.